viernes, 22 de abril de 2022

Mis problemas con las muj...digo con Hacienda

 MIS PROBLEMAS CON LAS MUJ… DIGO CON HACIENDA.

Por Justiniano Cebolleta





Hola a todos,

Hace poco (ejem, ejem) que he podido entrar a este bloj y he visto que hay algunos comentarios, dudas y recomendaciones sobre la Declaración de la Renta, en cuya campaña de 2021 nos encontramos inmersos.

A mí me pasó un caso hace ya muchos años, y como es largo, le he pedido al amable propietario de este bloj si lo pudiera publicar, para ver si lo que me ocurrió a mí fue algo habitual, o si sin embargo ha sido algo único. Que sirva por lo menos como aviso a navegantes de lo que puede ocurrir a veces con nuestra querida Agencia Tributaria de la que todos formamos parte, y para que, como me ocurre a mí, os echéis a temblar y no podáis aguantar la micción en cuanto observéis al cartero entregaros un sobre más grande de lo normal con un trozo de plástico negro.

He querido llamar a este mi primer escrito (cof, cof) “Mis problemas con las muj… digo, con Hacienda” como pequeño homenaje a las canciones que escuchaba en mi pikap por aquella época convulsa; además de por mi parecido en aquel entonces con el cantante de tan popular melodía.


Así me veía yo entonces


Sentaos pues, niños y niñas, a mi alrededor y cerca del fuego, porque os voy a narrar cómo comenzó mi enorme temor a las cartas y notificaciones que nos llegan de la Agencia Tributaria, antaño por correo, hoy día electrónicamente. Y estar bien atentos que luego os preguntaré y va para nota.

Resulta que cuando era joven, España iba bien, y nos sobraban los dinereses por las orejas, justo en la mitad de la burbuja inmobiliaria, por circunstancias que no vienen a cuento, me llegó cierto dinerillo.

Compré con él un trastero que podía ser habilitado como despacho, en el entresuelo de un edificio que hacía poco se había construido. A la promotora le quedaban dos a la venta, el "A" y el "X". Me quedé el A, que era más pequeño y bastante más barato.

Fuimos a la notaría, firmé la escritura de compraventa, y todo parecía alegría y felicidad.


Al cabo de dos años me llega una carta negra de Hacienda, diciéndome que no había declarado la venta del trastero "A". ¿qué venta??? Debía de ser una confunción. Debía ser algún tipo de error porque yo ese trastero lo había comprado, no vendido. Yo no había vendido nada.


En aquel entonces todavía podías ir en persona sin citas ni gaitas a la delegación provincial de Hacienda, cogí el coche hacia la capital y allí que me presenté a ver qué pasaba.

El tipo que me atendió (inspector, supongo) me dijo que a ellos les constaba que yo había vendido el trastero con (grandes) plusvalías y que no las había declarado. Yo les dije que no, que no había vendido nada. "Demuéstrelo", me dijo aquel tío. Y me dió 15 días. Me dejó un papel con un número de protocolo y poco mas, que según él demostraba que yo lo había vendido. Yo no sabía lo que era un protocolo por aquel entonces.


Sí justo ese es el inspector que me atendió, PP, ¿cómo lo has sabido?



Acto seguido me voy a hablar con mi gestora (que con el tiempo acabaría odiándome, pero que por aquel entonces era joven, de buen ver, y no tenía una diana con mi foto en la pared del despacho), y me dice que lo único que se le ocurre es que vaya al Registro de la Propiedad a ver qué dicen, que me hagan un certificado de que sigo siendo el titular, y que lo lleve.

Voy al Registro de la Propiedad que correspondía a la localidad del inmueble, y les explico el caso. Me dicen que no les consta que esté vendido a nadie y me hacen el certificado indicando que soy el propietario.

Al día siguiente me presento de nuevo en Hacienda, no está el tío de la otra vez, y el que me atiende me dice que no lo tiene claro, que presente el certificado en registro, pero que ellos lo que tienen no es eso. Que la información del catastro dice que yo ya no soy el propietario, y que tengo que pagar por los (pingües) beneficios de la operación (o pelotazo) que he hecho.

Aprovechando el buen ambiente reinante, le pregunto qué es eso del protocolo que sale en el papel que me habían dado, me dice que es la escritura de venta del trastero. Le pregunto de qué notaría es. Me dice que no lo sabe, que si lo vendí yo, debería de saberlo yo. Le digo que yo no he vendido nada. "Demuéstrelo".


Con dicha información, agarro el coche y me acerco a la notaría donde se registró la compra en su día de mi trastero, a ver si suena la flauta y el número de protocolo ese es de ellos. Les explico el tema, y me confirman que ese protocolo puede ser suyo, pero que yo no aparezco en él. Les pido información sobre lo que sale en el protocolo. Me dicen que no, que por protección de datos no me pueden dar ninguna información al respecto, pero que me pueden asegurar de que yo no aparezco en la escritura, por lo que o bien es un protocolo de otra notaría o es un error de Hacienda.

Con cara de gilipollas salgo de la notaría, y solo se me ocurre volver de nuevo a mi gestora, que por aquel entonces todavía me sonreía al hablar conmigo. Le cuento la historia de mi reunión en Hacienda y lo hablado con la notaría, y me dice que dado que Hacienda afirma basarse en los datos del catastro, que vaya al catastro a preguntar a ver qué me pueden contar. Por suerte, a mi gestora le suena que en el ayuntamiento de la localidad del inmueble hay un punto de esos de información catastral, y que igual sin cita ni nada, pueden orientarme, antes de bajar a la capital, porque en el catastro provincial seguramente tardarán tiempo en darme una respuesta, y cuanto antes pueda resolver el asunto, mejor, que los plazos son los que son.


Cojo de nuevo mi por aquel entonces flamante vehículo y voy al ayuntamiento susodicho, y explico al amable funcionario mi problema y vicisitud fiscal, mientras el contador de fin de plazo iba haciendo tic-tac.

Me dice el señor que necesita la escritura de compra del trastero, porque sin referencia catastral poco puede hacer.

Vuelve a casa, busca la escritura, y de nuevo coge el coche al ayuntamiento.

El amable señor (y no lo digo de coña, fue él el que me dio la clave del embrollo) se pone delante del ordenador. Desde el mostrador yo lo veía suspirar, fruncir el ceño, sacarse los mocos, poner malas caras, hacer morritos, suspirar otra vez, estirarse de los pelos… y yo cada vez mas nervioso. Al cabo de un rato vuelve, se asoma a la ventanilla y me dice: 

-"Creo que sé lo que ha pasado, PERO NO TE LO PUEDO DECIR POR LA PROTECCIÓN DE DATOS". 

-"¡¡¡P*t* protección de datos!!!" digo yo. 

-"Tranquilo", me dice él. "Vamos a hacer una cosa. Busca a ver si la promotora que te vendió el trastero no ha desparecido ya, les explicas el tema, y les dices que revisen tu escritura de compraventa, y el resto de ventas de los trasteros, concretamente las referencias catastrales y los recibos del IBI adjuntos a las escrituras." 

-"¿Y si la empresa esta ya no existe o ya no localizo?" 

-"Entonces vuelve y ya veremos qué se puede hacer".


Lo habitual era que cuando una promotora acababa un bloque de viviendas, para evitar responsabilidades y que los compradores no les dieran la brasa por defectos en la construcción, se esfumase misteriosamente, desapareciera o cambiaba de nombre. Era así como “Promociones Pepito 97” se transformaba en “PromoInmobiliaria Pepito 99” y aquella en “Promopito 2000”

Por suerte, la promotora no se había volatilizado (le quedaban algunos pisos por vender todavía), conseguí la dirección de sus oficinas y allí que me presenté. 

Debí de darles pena porque casi me da por ponerme a llorar porque yo ya no sabía qué hacer ni a quién acudir para quitarme de encima la espada de Damocles tributaria que tenía sobre mí. Les expliqué mi situación, mi indefensión, y lo que me había dicho el amable señor del ayuntamiento. Prometieron ponerse a ello, pero claro, revisar todas las escrituras de compraventa era un rollo porque habían muchas. Les insistí en la urgencia del caso. Y me fui a mi casa a cagarme en Solbes, Rato, Montoro, o en quien fuera que estuviera en aquella época.




Al día siguiente me llaman de la promotora. Que sí, que tenían claro lo que había pasado, y que (jijiji jajaja) había sido un error suyo sin importancia, que, claro, con tantos inmuebles le puede pasar a cualquiera y que (jijiji jajaja) ellos se encargaban de solucionármelo lo antes posible, tranquilo.


A mi aquella risa nerviosa, pues claro, mucho no tranquilizaba. Así que me puse serio y les pedí primero que me explicasen de qué iba todo aquello y qué había pasado. 

Pues resulta, miratúpordonde, que las letras de los trasteros (de la "A" a la "Z") coincidían con las letras de la escritura de obra nueva (la escritura donde se legaliza el bloque y se dan de alta los inmuebles una vez finaliza la obra), salvo la "A" y la "X". Y que si bien en mi escritura de compraventa la referencia catastral y el ibi era correcto (escritura "A" pero "X" en obra nueva), cuando vendieron el trastero "X" (escritura "X" pero "A" en obra nueva) pusieron OTRA VEZ la referencia catastral de mi trastero, y no la correcta(*).


¿Os ha quedado claro niñes? ¡veo bostezos, mastuerzos! Bien, lo explico mas sencillo. Pues resulta que los genios vendieron el trastero ”X”(el caro) y volvieron a poner la referencia catastral del trastero “A”(el barato) que ya me habían vendido a mí antes. 

Por tanto cuando le llegó la información de la nueva escritura al catastro, figuraba como si mi trastero hubiese vuelto a tener un cambio de propietario, y por un importe muy superior al que lo había adquirido el propietario anterior (o sea, yo). Y esa información es la que le llegó a Hacienda.


Obvia decir que me puse de todos los colores y a la muchacha de risa nerviosa la puse a caer de un burro, porque por un fallo suyo a mí casi me había dado un ataque nervioso, de ansiedad y de todo, y lo más gordo, sin comerlo ni beberlo. Así que o se ponían mañana mismo a solucionarlo como fuera, o les montaba un pollo con abogados, periodistas, los del Tómbola (Sálvame no existía por aquel entonces) y los demandaba por daños, perjuicios, ofensas al honor, o lo que fuera que se me ocurriría decir en aquellos momentos tensos y turbios de mi agitada existencia.

Tras unos momentos de silencio y calma tensa, colgué mi Telycomovil T-800 de empresa.




A los dos días me llama la notaría, que habían hecho una modificación de escritura y que estaba todo solucionado. La promotora me dió una copia de la modificación (ya ni protección de datos ni gaitas), y con ella me presenté in extremis en la delegación de Hacienda a pasarla por registro y a tener una "amena charla" con el inspector. Sólo pude hacer lo primero y asegurarme, muñeco vudú alfileteao mediante, de que el inspector "que no se encuentra en estos momentos para atenderle" tuviera dolores de barriga y diarrea durante varios días.


Al cabo de varias semanas recibí la devolución de la Renta de aquel año, que había sido retenida. Me pagaron los intereses.



Por: Justiniano Cebolleta

Fin.


Resumen:

Kilómetros recorridos: 798

Visitas a la AEAT:3

Visitas a la gestoría: 3

Visitas al ayuntamiento de la localidad del inmueble: 1

Visitas a la notaría: 2

Visitas a la promotora: 3

Visitas al Registro de la Propiedad: 1

Factura de Moviline: 11.342 pesetas 

Sofocos, angustias, ira e insultos: 1000

Daños en paredes por golpes con la cabeza: 100

Tilas consumidas: 2 cajas

Compensación: 800 pesetas en intereses




(*) Es un poco difícil de entender para el que no está metido en el tema inmobiliario, o le hayan pasado movidones como este. En pocas palabras, en lugar de hacer corresponder las letras que se “pegan” en las puertas con todas las letras que aparecen en la escritura de obra nueva que es la que el catastro tiene, pegaron la letra “A” en el trastero que en el catastro aparece como “X” y a la inversa. A ver que no es algo raro que no se correspondan las letras o números “de las puertas” con las letras o números de la escritura de obra nueva.


Y digo yo, ¿tanto rollo por un trasero?...estoooo trastero, ¡en qué estaría yo pensando!